dijous, 28 d’abril del 2016

¿Qué esperamos de los demás?

Un motivo de consulta frecuente son las situaciones personales que cursan con estados de ánimo bajo que llevan, a menudo, a la evitación de actividades que tengan que ver con el contacto con otras personas. No es extraño observar como este retraimiento tiene que ver con el hecho de estar molestos o decepcionados con personas cercanas o con las que hay una relación significativa.

Algunos de los interrogantes que se plantean cuando esto ocurre es: ¿Qué trae a una persona a decepcionarse fácilmente de los otros? ¿Donde está el problema?

Exceptuando algunos casos, la mayoría de nosotros nos relacionamos con otras porque somos seres sociales: está en nuestro código genético. Esto tiene una implicación muy clara: estamos expuestos, inexorablemente, al conflicto. Conflicto no es un concepto necesariamente negativo, más bien es la prueba de que hay opiniones o creencias diferentes y, al hacerse públicos, no coinciden. Sobre el conflicto podría hablar más, pero el objeto de esta reseña es otra, su gestión: un conflicto mal gestionado puede traer, a veces, a consecuencias personales catastróficas. Vamos a ver, brevemente, por qué esto ocurre, cómo prevenirlo y, si se puede, cómo solucionarlo.

En primer lugar, hay que naturalizar los conflictos y las diferencias. Ni con la persona más íntimamente cercana se comparten todas las opiniones o creencias. Somos química, biológica y psicológicamente únicos. Por lo tanto: ¿Qué sentido tiene esperar que todo el mundo piense como nosotros? Partiendo de esta base, seremos más capaces de aceptar opiniones no coincidentes con la nuestra.

En segundo lugar, ocurre que, una vez instaurado el conflicto entre dos o más personas, aparece el factor de "guerra fría" o el hecho de esperar que sea el otro quién dé el primer paso para solucionar las diferencias. Paradójicamente, suele pasar que ambas partes desean que se resuelva el problema, pero ninguna hace nada. La pregunta que se se tiene que hacer en situaciones así, sería: el hecho de no hacer nada, ¿mejora o empeora la situación?

Sumado a esto, se tiende a pensar que, ya que el otro "no dice nada", lo hace porque no tiene interés en solucionar el conflicto. Esta interpretación, naturalmente, suele carecer de fundamento y no hace más que alimentar el problema.

En último lugar se da, de forma habitual, una de las llamadas distorsiones cognitivas (otro día hablaré de ellas) que también contribuye a empeorar la situación personal: la generalización. Si se da la circunstancia de se han tenigo varios conflictos mal gestionados, hay la posibilidad de que se instaure la creencia de "la gente es mala" o similares: se extrae una conclusión general a partir de una situación particular. A pesar de que no resulta difícil desconfirmar esta falsa creencia, si no se trabaja en ella, las consecuencias son nefastas: retraimiento, evitación y, a la larga, puede que depresión.

¿Aceptamos, pues, los diferentes puntos de vista y los aprovechamos para enriquecernos?

T.S.

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