dijous, 28 d’abril del 2016

El arte de ver las cosas de otra manera

Es tarea habitual de los psicólogos el hecho de ayudar a cambiar el enfoque que las personas utilizan para funcionar en su vida y para resolver sus problemas. De hecho, suele ser este mismo enfoque el que constituye la base de los problemas que más tarde acabarán trayendo a consulta. En este sentido, cada persona tiene su propia y singular manera de enfocar y, por lo tanto, de construir la realidad.

Estas particulares formas de enfocar la realidad, si se piensa, no son otra cosa que la manera que cada uno de nosotros tiene para relacionarse. Estas relaciones pueden ir en tres direcciones: hacia nosotros mismos, hacia las personas de nuestro entorno y hacia la sociedad (o, en un sentido más amplio, el mundo). ¿Cuántos de nosotros nos hemos quejado de una cosa que no va bien a la sociedad? ¿Y cuántas veces observamos aspectos que no nos gustan de los otros? Y cuando se refiere a nosotros mismos, ¿qué hacemos cuando hay algún aspecto nuestro que no acabamos de aceptar? Lo que parece claro es que no hay formas de relación que por sí mismas sean patógenas. Lo que sí resultará problemático será su rigidez, es decir, la no posibilidad (o no capacitadad) de cambiarlas si no nos sirven o son contraproducentes. Dicho de otra forma, pienso o me comporto de una determinada manera y esto no me ayuda, pero no soy capaz de cambiar de idea o de guion de comportamiento, ya sea porque estoy convencido de aquello que pienso o no consigo hacerlo de una forma diferente.

Diríamos pues que, a veces, las personas empleamos formas rígidas y disfuncionales de construir la realidad de nosotros mismos, del mundo y de los otros, siendo tarea de los psicólogos ofrecer de flexibles y funcionales, a través de la consecución de un cambio de perspectiva de la situación o de un reenfoque, por ejemplo, gracias al hecho de considerar aspectos que antes no se habían considerado. Veamos un ejemplo magistral extraído, otra vez, de uno de los libros - en mi opinión - de referencia para el análisis de este fenómeno: Cambio, de Paul Watzlawick.

"Es sábado por la tarde y todos los chicos están de vacaciones, excepto Tom Sawyer, que ha sido condenado a enjabelgar treinta yardas de vallas de nueve pies de alto. La vida le parece vacía y la existencia una carga. No es solamente el trabajo aquello que encuentra intolerable, sino especialmente la idea de que todos los chicos que pasen se reirán de él por tener que trabajar. En este sombrío y desesperado momento, refiere Mark Twain, le ilumina una súbita inspiración. Nada menos que una grande y magnífica inspiración. 
A los pocos instantes acierta a pasar por allí un chico, aquel ante el cual Tom teme más hacer el ridículo.

-Hola chico, con que trabajando ¿eh?
-¡Cómo! ¿Tú por aquí, Ben? No me había dado cuenta.
-Me voy a nadar. ¿No te gustaría venir? Pero ya veo que tienes que trabajar, ¿no te gustaría? ¡Apuesto a que te gustaría!
Tom contempló un momento al otro chico y le dijo:
-¿A qué llamas trabajar?
-¿Cómo? ¿Se que eso no es trabajo?
Tom reanudó su tarea de enjabelgar y contestó negligentemente:
-Bueno, puede que lo sea y puede que no le sea. Todo lo que sé se que le gusta a Tom Sawyer.
-Vamos, ¿no querrás decir que te gusta esto?
La brocha continuaba moviéndose.
-¿Gustarme? Bueno, no sé por qué no habría de gustarme. ¿Es que un chico tiene ocasión de encalar una valla todos los días?
Esto lanzó nueva luz sobre el asunto. Ben dejó de mordisquear su manzana. Tom hacía oscilar la brocha elegantemente de un lado a otro, dio un paso atrás para observar el efecto, agregó uno toque aquí y allá, volvió a observar con ojo crítico el efecto obtenido. Ben observaba cada uno de sus movimientos y se mostraba cada vez más interesado, cada vez más absorto. De repente dijo:
-Oye, Tom, déjame blanquear un poco.

Hacia media tarde, la valla tiene tres capas de pintura y Tom está literalmente rebosante de riqueza: un chico tras otro ha repartido con él sus bienes por el privilegio de pintar parte de la valla."



Cómo se habrá observado, aquí no se ha producido ningún cambio en un plano de realidad, al menos inicialmente. Lo que sí ha cambiado ha sido el enfoque, pasando de ser algo aparentemente desagradable a una tarea deseable, incluso divertida. Así, tal como afirmó el filósofo Epicteto: "no son las cosas las que nos afectan, sino la opinión que tenemos de ellas".

T.S.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada