dijous, 28 d’abril del 2016

'Me cuesta decidir las cosas' (pienso demasiado)

Últimamente observo una creciente demanda de atención ante los bloqueos y el malestar derivados de un problema que yo definiría como muy actual y propio de la sociedad avanzada: la duda. En este sentido, resulta interesante observar como, contrariamente a lo que habría que esperar, los adelantos sociales y tecnológicos, en vez de facilitarnos la vida, a menudo nos la complican.

La duda persistente no es otra cosa que una continua - y normalmente inútil - búsqueda de respuestas a preguntas de difícil solución desde el punto de vista de la lógica. Las personas, basándonos en la ilusión de que llegaremos al razonamiento perfecto (difícilmente alcanzable), pensamos incansablemente: solemos entrar en una espiral hiper racional de preguntas y respuestas, camino que suele acabar con un sentimiento de angustia y de sensación de incapacidad de avanzar en la vida y, por lo tanto, de decidir. Dicho de otro modo, necesitamos estar totalmente seguros para decidir, y sólo lo estamos si lo que hemos razonado es perfecto, cosa muy difícil (por no decir imposible). Por ejemplo: ¿me compro el coche blanco o rojo? El lector observará que esta decisión será más fácil de tomar si se se basa en el qué le gusta, no en un argumento racional resultado de pensar mucho. La paradoja suele estar en que pensamos más para decidir mejor y, a veces, cuanto más pensamos, menos nos dejamos sentir, cuando es precisamente lo que sentimos lo que a veces empuja a decidir.

Cuando pasa esto de pensar demasiado, suele instalarse en  la persona una creencia de incapacidad, que se traduce en una auto-imagen poco favorecedora: "soy inseguro/a", "soy indeciso/a". Ya sabemos, por anteriores reseñas, que las profecías basadas en atributos tanto que nos adjudican los otros como nos adjudicamos nosotros mismos, tienen tendencia a hacerse realidad. Por ejemplo, si está muy arraigada dentro de mí la idea de que soy una persona insegura, tenderé a mostrarme como tal, lo que contribuirá a que los demás me vean así, lo que reforzará mi imagen de que lo soy, y así podríamos continuar recursivamente hasta el infinito.



A esto se le suma, y esta es una característica de la sociedad moderna, las numerosas posibilidades de elección que solemos tener a nuestro alcance. Aquí la duda aparece tanto a la hora de decidirnos antes como después de haberlo hecho: las dudas aparecen a la hora de escoger, pero, una vez hecha la elección, ¡también aparecen por si lo que hemos escogido es lo correcto! Creo que poca discusión hay sobre el hecho que hoy en día estamos bombardeados a información y que evidentemente esto influye en nuestra forma de construir y manejar la realidad. Así, tal como afirma Barry Schwartz, psicólogo que ha teorizado ampliamente sobre el tema, existe lo que él define como "dogma occidental", según el cual si el que se pretende es maximizar la felicidad de los ciudadanos, la manera de hacerlo es maximizando su libertad individual, dándole las máximas posibilidades de elección: nada más lejos de la realidad. Os recomiendo, si deseáis profundizar, su libro: The Paradox of Choice: Why more is less.

Otro factor que contribuye a alimentar esta pauta mental problemática es el tipo de educación que se ha recibido. Esto se relaciona con el modelo de familias protectoras: muchos han crecido teniendo a su alcance casi todo el que han necesitado, con unos padres dispuestos a ayudar en todo lo preciso. Esto, claro, tiene dos implicaciones: por un lado, se ha crecido dentro de una estructura familiar estable y por lo tanto ha existido la seguridad emocional necesaria para desarrollar una personalidad saludable; pero, por otra, no se ha sido del todo alentado a tomar decisiones desde pequeño, facultad casi indispensable a la vida adulta.

A pesar de lo mencionado, el error no es dudar: la duda es consustancial al ser humano y a veces es necesaria. El problema está al caer en la trampa que la mente nos pone: la dificultad viene cuando la duda se apodera de nosotros y se generaliza, haciéndonos incapaces de tomar decisiones.

La clave está en qué cuando nos sobreviene la duda y no somos capaces de resolverla, solemos poner en práctica un guion mental y comportamental determinado, que naturalmente puede ser trabajado terapéuticamente.

T.S.

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