dijous, 28 d’abril del 2016

¿Preocuparse?

Uno de los motivos que suelen traer a las personas a consulta es el conjunto de síntomas de tipo ansioso que aparece como consecuencia del exceso de preocupaciones. Sin querer entrar en una definición demasiado técnica de qué es una preocupación, podemos decir que son pensamientos recurrentes sobre acontecimientos que, con más o menos inminencia, tienen cierta probabilidad de ocurrir. Según los teóricos de las precupaciones, éstas tienen una función determinada en nuestra vida mental: las personas creemos que preocupándonos, ya estamos haciendo "algo" para que aquello que nos preocupa no ocurra, o para que ocurra de la manera en que deseamos.

Es probable que, en la medida idónea, puedan tener un papel útil en nuestra vida. La palabra ya lo dice: pre-ocupación. Nos predisponen a la acción y a ocuparnos de aquellos asuntos que requieren nuestra atención. Pero, la pregunta es: ¿Son necesarias? ¿Podemos ocuparnos de nuestros asuntos sin necesidad de tener aquel hilo mental constando que nos hace estar inquietos e incómodos? La respuesta a esta pregunta la podemos encontrar, por ejemplo, en el quehacer de cualquier dirigente de una gran multinacional que se pasa el día entero atendiendo asuntos de diversa exigencia. Sería igualmente eficaz, si las preocupaciones sobre cada uno de estos asuntos que tiene a la agenda le invadiesen? Obviamente requerirá una gran planificación, lo que no es sinónimo de preocupación. Aquí hay que diferenciar entre preocuparse de algo, o de ocuparse. Se ha comprobado, mediante varias investigaciones, que las preocupaciones no son útiles para la acción. Es decir, no nos hacen más eficaces: somos igualmente competentes para abordar una tarea determinada sin necesidad preocuparnos.

Otro aspecto a considerar es el hecho de como las preocupaciones y las ideas futuras no nos dejan vivir el presente, que al fin y al cabo, si se piensa, es lo único que tenemos opción de vivir. Ya nos lo enseñó en John Lennon: "la vida es aquello que pasa mientras hacemos otros planes". Aquí puede ser interesante hacernos esta pregunta: ¿Queremos vivir la vida futura o la vida presente? No olvidemos que el futuro no es más que una construcción mental. Así, las preocupaciones tienen una característica muy definitoria y tan simple como esta: no nos permiten vivir en el momento actual. Cuando uno se preocupa, suele encontrarse enfocado a un tiempo diferente del presente, desconectándolo de la realidad inmediata y por lo tanto alejándolo - cabe insistir - de lo único que se tiene opción de vivir: el aquí y el ahora.

Tampoco es extraño observar como solemos ser víctimas de nuestro propio autoengaño: queremos pensar que, cuando lleguemos a aquel punto que tanto deseamos y por el que tanto nos preocupamos, las cosas serán mejores que ahora. Valgan como ejemplos: cuando haya acabado de pagar la hipoteca, cuando mis hijos ya sean un poco mayores, cuando me jubile, cuando me promocionen al trabajo... El drama de esto está en que, cuando estas cosas pasan, nuevas preocupaciones aparecen, y se vuelve iniciar el proceso, instaurando nuevos objetivos e ilusionándonos de que ahora sí, que cuando estos nuevos hitos ocurran, definitivamente las cosas serán mejores. Por desgracia, esto no pasa. Ya lo dice el proverbio japonés, no sin cierta ironía: "vale más viajar cargados de esperanza, que llegar a puerto".

T.S.

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