dijous, 28 d’abril del 2016

Cuando la lógica no es la solución (I)

Una de las escuelas de Psicología más influyentes del siglo XX ha sido probablemente la de Palo Alto, a través del Mental Research Institute (MRI). Una de las ideas centrales de esta escuela que ha tenido (y tiene) un largo recorrido en la práctica clínica de muchos profesionales, es que las soluciones aplicadas a un problema, no por estar basadas en un razonamiento perfecto desde el punto de vista lógico, conducen necesariamente a resultados positivos. Es más: de hecho, al aplicar unas soluciones determinadas que resultan ineficaces, una frecuente tendencia humana suele ser aplicar esta misma solución, pero de forma más intensa, basándose precisamente en la bondad de este razonamiento lógico.

Veamos un ejemplo ilustrativo:

Hace algunos años, en los Estados Unidos, un hombre tenía un miedo muy grande a volar, casi una obsesión, simplemente porque temía encontrar una bomba en su avión (era la época de los atentados aéreos) y, al mismo tiempo, sentía un amor infinito por las capitales del arte europeo, que no podía visitar.

Después de muchas reflexiones, el hombre, que era un apasionado de los cálculos probabilísticos, quiso saber cuántas eran verdaderamente las probabilidades de encontrar una bomba dentro de su propio avión.

Empezó a llamar a agentes de viajes esperando encontrarlos informados y pidió:

- Disculpe, ¿me podría decir cuántas probabilidades tengo de encontrar una bomba en el vuelo de Nueva York en París?

Como es debido suponer, la mayoría de agentes de viajes le contestó:

- ¡No tengo tiempo de pensar en estas estupideces!

Hasta que, casualmente, por cuestiones del azar, encontró a un agente de viajes tan apasionado como él de las probabilidades, que le respondió enseguida:

- Una probabilidad entre cien mil.

Él pensó un poco y después pidió:

- Pero permítame, ¿cuántas probabilidades tengo de encontrar dos bombas en el mismo avión?

A lo que el agente contestó:

- Para eso se tendría que hacer un cálculo exponencial, llámeme de aquí a media hora y lo habré resuelto.

El hombre llamó después de media hora exacta, y el agente afirmó:

- Bien, he hecho el cálculo exponencial: hay una probabilidad entre 100.000.000 de que usted encuentre dos bombas en el mism
o avión.

El hombre contestó:

Bien, pues resérveme un billete de vuelo de la próxima semana de Nueva York a París.

El hombre fue arrestado a la puerta de embarque de la TWA: llevaba una bomba dentro de su maletín, y defendía que actuaba de aquella manera por el bien de todo el mundo porque reducía así, en gran medida, las probabilidades de encontrar otra bomba en el avión.


Este relato, a pesar de que extremo, constituye un ejemplo claro de intento de solución partiendo de un razonamiento impecable desde el punto de vista de la lógica, a pesar de que los resultados, como se puede ver, resultan desastrosos. Esta premisa es extensible a la vida cotidiana de las personas: ¿cuántos problemas empeoran por querer aplicar una y otra vez la misma solución?

En este sentido, y ante un problema que no se consigue resolver, puede ser útil preguntarse: ¿Estoy aplicando, a pesar de que sea muy lógica, la solución más adecuada?

T.S.

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